¿Por qué me siento así? Parezco una furtiva, como si estuviera haciendo algo prohibido y las miradas del mundo se concentraran en nosotros.
Soy libre,
no tengo ataduras de ningún tipo y a
estas alturas de la vida sin embargo, me
siento observada, vigilada como una fugitiva que tuviera que esconderse.
Será que
hace tanto que no me sentía tan feliz.
Hace mucho tiempo que nadie me
robaba besos en mitad de la calle como lo haces tú, dejando de lado a la gente
que pasa ajena a nosotros.
Y con cada
uno de tus abrazos siento deseos de esconderme tras mi paraguas rojo y no, no
creas que siento vergüenza ni nada por el estilo, quizás es que asocio todas
estas emociones a cuando era más joven y besarse en la vía pública no estaba
bien visto, o puede que no quiero que nada ni nadie comparta este instante solo
nuestro.
Es una sensación divertida esta emoción que
renace en cada uno de tus mimos, sentir
tu cariño, nuestro impaciente deseo de abrazarnos a cada paso. Todo eso que
vuelve a despertar en mí cada vez que nos miramos, al punto de sentirme muy
joven de nuevo aunque el reloj biológico no se detenga, pero hoy yo soy capaz
de frenar la rotación de la Tierra.
Vagabundeamos
por el viejo París, debajo de un paraguas que no abarca dos corazones tan inmensos. Te miro y sé que
mereció la pena esperarte tantos años, que eres tú y no me equivoco. Me turba tu atrevimiento, tu distensión me inquieta y me divierte a la vez.
Sorprendentemente
no hay nada en el entorno que me atraiga
tanto como tu mirada y sentir el calor
de tu brazo sobre mis hombros. Quisiera que este instante se eternizara en el
tiempo. Ando tan centrada en mis pensamientos, en mis sensaciones que hasta
consigo oír el latido de mi corazón.
Produces en mí una felicidad que tenía olvidada de hace muchos años, que
no creí poder recuperar jamás, sin embargó está aquí y me abraza con fuerza y
pasión.
Ni el Sena,
ni le Sacre Coeur, nada puede distraerme del afán de contener éstos momentos mágicos
dentro de mi memoria, de vivirlos tan intensamente, al punto de grabar las
huellas de tus dedos en mis manos.
La lluvia arrecia y me arrastras corriendo, no consigo parar de reir mientras la lluvia va calando sobre nosotros. La lluvia y la risa, que feliz asociación.
No puedo
creer que ninguno de los dos hayamos recordado hacer una sola foto con el móvil,
supongo que la ceguera transitoria nos
impidió divisar ningún paisaje más bello que nuestro cariño. La tour Eiffel no era lo suficientemente grande para distraernos de nuestro dulce juego.
Quizás si es
cierto lo que dicen de París, París es mágico.
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