Cuesta levantarse cuando
nadie te espera en ningún lado, cuando da lo mismo la hora a la que despiertes
porque no hay un lugar específico a dónde
acudir, ninguna obligación ni mundana ni
sagrada.
Es un día más, un día que se
definirá por ver el paso de las horas y por la apatía, como todos desde hace
mucho. Un día de la marmota eterno que
se repite casi a diario.
No queda otra más que
obligarse a salir y así sale a la calle
a pasear a su perro.
Hoy tomará otra dirección, ya
tiene muy visto el barrio y el jardín de delante de su casa, hoy el paseo será
por el parque.
Le gusta el color del día,
las nubes tapan ese sol abrasador de verano y hasta se encuentra bien, está
tranquila y observante de su entorno.
Al internarse en el
parque vuelve a sentirse privilegiada
por vivir en su ciudad, donde todo es posible y la belleza es una constante.
Su corazón se sobresalta y
casi no puede creer lo que ve. No es posible que él esté tan cerca, justo delante suyo caminando por el parque. ¿Como es
posible que esté en su ciudad?
Ralentiza su paso y se para a
cierta distancia y desde ahí le observa,
parado en el semáforo y siente como su corazón se le sale del pecho.
Sigue en su línea, viste igual
que siempre, con pantalones claros y una
pequeña mochila colgada en su espalda y ese pelo tan tieso y lleno de
remolinos.
El semáforo cambia y el
camina rápido ignorante de cómo le observan, como si tuviera prisa por llegar a algún lugar.
Ella duda si llamarle o si
salir corriendo en dirección contraria y se decide por la segunda opción. Necesitaba ver su rostro, confirmar que ese cuerpo era el de él, que su memoria no le jugaba una mala pasada.
Después de tanto tiempo
coinciden en el lugar más insospechado, pero su historia es un libro que quiere mantener
cerrado para siempre.
La duda se apodera de su
mente y una vez más siente esa sensación de vulnerabilidad.
Piensa en que ocurrirá si él
ha venido a buscarle de nuevo, cuáles serán sus palabras y todavía duda en cuáles
serían las respuestas que le daría. La
cicatriz no está tan cerrada como creía. Su cabeza vuelve a ser un bordado de punto de cruz mirada por detrás, un verdadero embrollo de hilos de colores.
¿Qué vino a hacer aquí, tan lejos de su casa, qué está buscando?
No tiene soluciones para tanta duda y pensar
le cuesta demasiado, sigue impresionada.
Solo está segura de algo, no volverá a pasear por el parque, no fue una
buena idea cambiar de trayecto, debe impedir a toda costa volver a verlo y caer en la tentación de cruzar sus miradas.
El pasado vuelve a
reaparecer, una vez más salta los cerrojos de las puertas y ella siente que viene a alcanzarla.
Corre, corre! Corre corazón y no mires atrás!