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Quien se queda mucho tiempo mirando a los sueños, termina pareciéndose a una sombra”

-André Malraux-

sábado, 5 de julio de 2014

Mentir con los ojos

Era  imposible obviar los objetos estratégicamente descuidados por la casa. 
No podía cerrar los ojos a la evidencia una vez mas y callar, hacer como que no había visto nada.
¿Esto de quien es?  le preguntó  él con la cara seria.
Ella quedó sorprendida al darse cuenta del descuido y se acercó al escritorio donde el estaba sentado y  le dijo que las zapatillas eran del novio de su hermana, de cuando les presta la casa cuando ella  viaja y que seguramente se las había descuidado.
El podía adivinar la mentira en el tono de su voz y siguió mirándola por unos instantes mientras el silencio se adueñaba de la estancia.
Ella se sentó en la silla junto a él y tomándole de la mano le miró fijamente a los ojos diciéndole: ¿tu crees que yo dejaría que te traslades a vivir aquí conmigo si hubiera alguna otra persona en mi vida? ¿Me crees capaz de hacerte algo así? Tu vienes a mi casa porque yo te quiero.
El no terminaba de creerle, pero ella sostenía su verde mirada en la suya y rara vez alguien podía engañarle si conseguía escudriñar en las profundidades de sus pupilas. El la amaba tanto y deseaba intensamente que lo que le decía fuese verdad y recordaba que  le había dado pruebas muy importantes de su amor varias veces. 
No quería escuchar los gritos de alerta de su mente que quedaron ahogados por los latidos de su enamorado corazón.
Ella era capaz de mentir con la mirada y permitió que  el  volteara su vida con la frialdad de un pedazo de nieve de enero y un te amo falso en unos labios que compartía con otros hombres. 





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